A partir de esta presencia aparece la confianza absoluta en ella y nace el movimiento llamado Racionalista. Este - que se da principalmente en Francia y la Europa continental - entiende que al conocimiento llegamos por deducción usando solo la razón y desconfiando de los sentidos. Por el otro lado aparecen los Empiristas, totalmente opuestos a los racionalistas y que son principalmente de orígen británico, que postulan que al conocimiento del mundo se llega sólo por la experiencia. De la experiencia de las cosas se llega a poder formular leyes más generales.
Para trabajarlo en clase pueden leer dos fragmentos. El primero es de René Descartes, racionalista francés. El segundo es de David Hume, empirista británico:
El “genio maligno”: Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios – que es fuente suprema de verdad -, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme. Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mi mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, sin sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponerme nada.
Descartes, R. Meditaciones metafísicas, con objeciones y respuestas, metafísica primera. Alfaguara, Madrid, 1977, p.21
Las únicas existencias de que estamos ciertos son las percepciones que, al hacerse presentes de modo inmediato por la conciencia, exigen nuestro asentimiento más firme y constituyen el fundamento primero de todas nuestras conclusiones. De la existencia de una cosa solamente podemos concluir la existencia de otra a través de la relación de causa-efecto, la cual manifiesta que existe una conexión entre ambas y que la existencia de la una depende de la existencia de la otra. La idea de esta relación procede de la experiencia pasada, por la cual encontramos que dos seres están unidos entre sí de modo constante y que ambos se presentan conjuntamente a la mente. Ahora bien, ningún ser se hace presente nunca en la mente excepto las percepciones; por tanto, nos es posible observar una conjunción o relación de causa y efecto entre percepciones, pero no podemos observar tal relación entre percepciones y objetos; por tanto, nos es imposible en todo caso extraer conclusión alguna acerca de la existencia de éstos (sc. Los objetos) a partir de la existencia o de las cualidades de aquéllas (s. las percepciones).
Hume, Tratado acerca de la naturaleza humana 1.4.2 (“Del escepticismo en relación con los sentidos”).
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