La aparición del cristianismo es un acontecimiento sociohistórico de una gran magnitud. Más allá de lo estrictamente religioso no cabe duda que marca un antes y un después (clarísimo en como contamos los años a partir de Cristo). El texto que debatimos en clase se centra en la aparición del vector de la historia frente a la concepción cíclica que albergaban los griegos. El símil que usamos fue el de las temporadas futbolísiticas: el torneo llega a su fin, hay un campeón, subcampeón, etc pero inmediatamente el contador se vuelve a poner a o y los hinchas se ilusionan con el nuevo ciclo. En cambio, la aparición del vector de la historia marca un sentido donde hay un pasado del que se viene y no se volverá y un futuro al que se está yendo. Pero mejor dejamos las palabras de Josep Ferrater Mora que lo ilustran mejor:
"Así, empezaremos por contrastar un poco violentamente la visión en principio atemporal griega – cuando menos platónica o neoplatónica – con la total visión del tiempo agustiniana. Diremos, pues, con todas las salvedades del caso – que son muchas -, que el griego no le encuentra sentido a la historia, porque lo que para él cuenta son las realidades tales como la Naturaleza, la Razón, el Mundo Inteligible, lo Uno – en suma: lo que no cambia o, si cambia, imita lo que no cambia y es, por consiguiente, como si no cambiara -. Si hay para el griego tiempos, son tiempos “locales”. Y si hay para el griego un tiempo, se trata entonces de uno donde ningún momento se distingue de otro salvo para formar parte de un determinado ritmo. Lo que pasa en el tiempo no es, pues, propiamente hablando, temporal; cada cosa, o cada especie de cosas, tiene su tiempo como puede tener su lugar, o su forma, o hasta su color. Si se quiere, en el tiempo suceden muchas cosas, pero no “pasa” nada. En todo caso, no pasa nada que sea absolutamente decisivo y, por consiguiente, absolutamente dramático.
Para el cristiano, en cambio, hay un acontecimiento que divide y casi enemista los tiempos, por el cual los tiempos mismos adquieren inequívoca presencia: la llegada del Mesías, su rápido y decisivo paso por la tierra. Sorprenderá un poco quizá que la religión de lo eterno no excluya, sino que afirme terminantemente, lo que parece ser negación de lo eterno. Pero el cristianismo es muchas cosas más de lo que se supone y no todas las que se cree. A veinte siglos de distancia de su nacimiento, todavía nos preguntamos, perplejos, en qué consiste. Y como no podemos contestar aquí de manera adecuada a esta pregunta, hemos de limitarnos a repetir lo que ya en la agónica teología de San Pablo encontramos: el cristianismo es un suceso en la historia y lo que contiene y sobrepasa la historia, es afán de eternidad y justificación del tiempo, es comprensión de la muerte y afirmación de la inmortalidad; es, en suma, lo uno y lo otro, escándalo y “locura”, contrate, antagonismo y contradicción."
FERRATER MORA, J (1994) Diccionario de Filosofía (4 vol). Madrid. Gredos. Pág 26
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